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El radicalismo buscó alternativas a la política atlántica llevada hasta entonces, tratando de estrechar alianzas en América. La inestabilidad que siguió de ahí en más, como también la que afectó a los demás países americanos, volvió estériles estos intentos. Más adelante, la negociación y firma de acuerdos y tratados esbozarán una política de bloque, tendiente a la integración americana.
La búsqueda de alternativas al modelo agropecuario exportador fue obligada, debido a la guerra y sus consecuencias. La dificultad para lograr la estabilidad política y llegar a acuerdos que posibilitaran reposicionarse en la economía mundial, unida a la rigidez de los distintos sectores que no se avinieron a negociar, acentuaron el impacto de la crisis.
Esta reactivó el debate acerca del papel del Estado.
El radicalismo, expresión de la clase media de origen inmigrante, impuso una cierta austeridad y tendencia a la democratización en los usos y costumbres, un acercamiento del gobierno a lo popular y al interior del país. Según quién miraba y desde dónde miraba, esto fue evaluado como algo positivo o como algo demagógico.
En general, el radicalismo fue percibido por los sectores de izquierda como un partido que se había quedado a mitad de camino en sus reformas, un partido “reaccionario”, mientras la elite lo veía como un revolucionario, trastocador del orden. A estos dos puntos de vista se agregó el del naciente nacionalismo, que contaba con la adhesión de un sector militar, para quienes el radicalismo permitía el desorden u el avance del comunismo, por simpatía o por debilidad. El radicalismo, representante del sector medio, quedó entre ambos.
El radicalismo generó importantes cambios en la cultura, en cuanto a formas de vida y valores sustentados y aplicados.
La incorporación amplia de la clase media a los claustros universitarios produjo un cambio cualitativo en su estructura, que si bien no fue posible medir con datos concretos, se apreció en las posibilidades del desarrollo ulterior del país. La clase media se definió de ahí en más no solo por el acceso a bienes, sino por la valoración que tuvo de la educación y la cultura. Así, por ejemplo, el teatro Colón llenó las plateas y palcos, pero también la galería y el paraíso –sus localidades económicas- y la Argentina seria durante muchos años uno de los principales centros editoriales del continente.