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La Generación del 80 llevó adelante la modernización del país bajo el signo del “progreso”, según el modelo europeo. El centralismo de la ciudad puerto se acentuó aceleradamente, concentrando riqueza, población y poder. La Ley Sáenz Peña cerró transitoriamente el debate acerca de la participación del pueblo en el poder.

La democracia, “un mal sistema, pero el mejor conocido” puede definirse como un conjunto de reglas y procedimientos que garantizan los derechos individuales y la participación del pueblo en el poder; una clave fundamental en ella es el espacio y las garantías reservadas a la oposición y a las minorías. Más tarde, se incorporó la idea de que una verdadera democracia debe posibilitar a todos sus integrantes la mejora de sus condiciones de vida, compensando las desigualdades iniciales.

Los argentinos habían dado un paso más en el sentido de la democratización de su sistema político.